RELACIONES DE SUPERVIVENCIA
En la naturaleza las relaciones entre individuos de especies diferentes se rigen por las leyes naturales básicas de supervivencia. Dichas leyes se imponen y comandan al albedrío individual y por extensión a su grupo social (familia, bandada, manada, piara, jauría, etc.) y regulan la supervivencia de la especia toda, para asegurar su continuidad existencial.
En la naturaleza las relaciones entre individuos de especies diferentes se rigen por las leyes naturales básicas de supervivencia.
Dichas leyes se imponen y comandan al albedrío individual y por extensión a su grupo social (familia, bandada, manada, piara, jauría, etc.) y regulan la supervivencia de la especia toda, para asegurar su continuidad existencial. Por ello decimos, los comportamientos están orientados y sirven al supremo fin de preservar la vida (individual, del grupo social y más aun de cada especie, todas, y por encima de ellas: la vida en general).
Los animales deben alimentarse para sobrevivir y ellos los divide en dos grandes clases: vegetarianos y carnívoros, los que se alimentan de vegetales y quienes comen a otros animales. Los del primer grupo son llamados presas y los del segundo predadores. Esto establece una relación entre ambas de victimas y victimarios. Para establecer el predominio necesario del equilibrio natural, la disponibilidad de presas asegura la vida de los predadores, ellos determina en principio el establecer “cotos de caza” y territorios “señalados” por el predador, que así establece “su” propiedad eventual. Cuando las posibles presas ingresan a dicho territorio determinan, cual o cuales, son los predadores que lo ocupan, esto les permite calcular el riesgo y aun a la vista del predador, no se alteran si este no inicia un ataque, pues esos “conocidos” los salvan de los eventuales “desconocidos” predadores ajenos al territorio dicho.
Todos los animales deben cubrir los requisitos alimentarios, reproductivos y de defensa o huida según el caso. Pero las necesidades varían de acuerdo a las exigencias metabólicas de cada especie. Ratones y colibríes deben, como otros muchos seres pequeños y movedizos, alimentarse varias veces por día, en cambio, hay reptiles como el cocodrilo y las grandes serpientes constrictoras que pueden ayunar hasta nueve y más meses sin deterioro para su salud. Una culebra rayada del oeste norteamericano suele invernar casi seis meses por año, cuando despierta en lugar de buscar alimento peregrina buscando una del sexo opuesto, para aparearse en un frenesí orgiástico de varios días, pues las hembras suelen invernar en grupos numerosos y los machos que las superan en numero en proporción de ocho a uno, luchan y esperan lograr “su turno” en un enredo infernal. Recién cuando exhaustas concluyen, piensan en comer, pero están tan débiles que son pocos los que sobreviven, de entre los machos mientras que todas las hembras fecundadas están en disposición de asegurar la continuidad de su especie, aunque viudas. El caso extremo de abnegación quizás sea el salmón de mar, el cual, de los cuatro a seis años de edad, estando en su plenitud de desarrollo recorre miles de kilómetros, hasta llegar a la desembocadura del río en que nació, sin alimentarse y con gran determinación remonta contra corriente, saltos, cascadas, vados, osos y un sin numero de dificultades, durante semanas para llegar a las nacientes del río, allí donde él mismo nació y desovar y fecundar los huevos, para morir después con la misión cumplida para que una nueva generación nazca, semanas después, portando sus mismos genes y repitiendo la historia, en una reencarnación que prioriza la importancia de la vida, aunque sea a costa de los padres.
El motor interno que moviliza a los seres de los ejemplos citados es la líbido, que supera los trances del stress, producto de la lucha por supervivir aunque, paradójicamente conduce a los progenitores a la muerte. Este aparente juego de palabras no es tal: libido es el impulso vital, cuya contraparte se llama mórbido (a lo que conduce a la muerte o su sensación más real). Creo que, como en el yin y el yang, en el transcurrir de la vida líbido y mórbido, giran una sobre la otra y toda la creación, en la naturaleza, esta regida por este fenómeno asegurando la manifestación de la VIDA y su continuidad.
Abundan los animales de hábitos migratorios que recorren cientos y miles de kilómetros cumpliendo el mandato natural: las tortugas gigantes de mar, vuelven a desovar exactamente a las mismas playas donde nacieron veinte años antes y luego, cada año, repiten el viaje hasta ser casi centenarias y perecer allí extenuadas. Otros ejemplos son las ballenas, los ansares, aves acuáticas e insectos de varias especies diferentes, que realizan travesías transcontinentales increíbles, buscando sus específicos lugares de reproducción, tal cual figuran en los mapas de sus respectivas memorias genéticas.
La motivación es tan fuerte que obstáculos imprevistos son frecuente causa de stress, y es la propia naturaleza quien brinda la gran receta para salir del stress, la actividad muscular, la oxigenación, en dinámico movimiento depurador de las toxinas en las fibras musculares que hubo depositado el stress, contra este problema la energía, como medicina, parecer ser la clave. Mencionaba el stress, y en el concierto de diferentes especies luchando por sobrevivir, presas y predadores, y predadores de predadores, y oportunistas ladrones de predadores, todos ellos saben eliminar el stress y lo hacen en la huida, en la carrera del ataque, en las luchas por el botín y su defensa. Toda acción depura el aparato muscular y si la fatiga trasciende los umbrales de lo tolerable, se vuelve en productora del mismo “veneno interno” que estaba eliminando.
Los predadores suelen especializarse en la captura de presas elegidas, con metodología adecuada a su situación: los cocodrilos en el borde de los abrevaderos, sumergidos e invisibles, no toman a cualquier presa, “eligen” la adecuada para no fallar. Compitiendo por territorios de caza, leones y hienas, antagonizan con cautela, y sino son mas fuertes en cualquier encuentro fortuito, prefieren evitar confrontar. Pero, sin embargo, pobre de la hiena o el león que aislado se encuentre con un grupo de sus rivales, no vacilaran en atacarlo y el mejor predador aislado se convierte en presa inmediatamente. Así la naturaleza actúa con verdadera relatividad, y en la mejor definición de economía, mantiene el equilibrio más perfecto posible, aunque parezca cruel. (Equilibrio dinámico = amor a la vida).
Muchas veces en la vida silvestre encontramos acciones “non sanctas”: un ave marina se especializa en la pesca de altura y cuando vuelve a llevar a sus pichones la presa obtenida, en la costa es “asaltada” por otra de mayor potencia que se la arrebata en pleno vuelo. Los licaones cazan en grupo, con estrategia perfecta, después de largas y fatigosas carreras, abatan una presa mayor (una cebra) e inmediatamente deben devorarlo, con riesgo de que algunos leones o grupos de hienas se lo apropien “de prepo” (robo). Estos comportamientos en general repugnan a los seres “humanos civilizados”, pero llevan y tienen una función importante para la evolución y el mejoramiento de las capacidades naturales, de todas y cada una de las especies.
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